Me acostaré en paz, sin pensar más en la preocupación, y dormiré, caeré inmediatamente en un sueño reparador, sin ser molestado por pensamientos ansiosos; porque Tú, Señor, sólo me haces habitar en seguridad, bajo el amparo de la mano protectora de Dios, el creyente está siempre a salvo. Que un cristiano pase la noche con inquietudes inquietas y renuncie al placer de un sueño reparador no solo es una tontería, sino que también puede rozar el pecado, es decir, si equivale a abandonar su confianza en Jehová.

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