la ley da a conocer el pecado

Romanos 7:1

Para aclarar su significado, el Apóstol entra ahora en una parábola extraída de la vida doméstica. Dice que estamos casados ​​con la Ley como nuestro primer marido, y buscamos, mediante la unión con ella, dar fruto para Dios. Todo converso se esfuerza fervientemente, en el primer impulso de la nueva vida, por ser bueno y por formar, mediante un esfuerzo incesante, una vida que agrada a Dios. Como Caín, traemos el fruto de la tierra, arrancado de la tierra con el sudor de la frente.

Pero pronto nos decepciona el resultado. Nuestro laborioso cuidado termina en fracaso. Los deseos pecaminosos son demasiado dominantes. Como dijo Lutero: "El viejo Adán es demasiado fuerte para el joven Melanchthon". Entonces vemos que la Cruz ha puesto la muerte entre nosotros y nuestro doloroso esfuerzo. Nos enteramos de que el contrato matrimonial que nos unía a nuestro primer marido, la Ley, se ha disuelto. Somos libres para entrar en unión matrimonial con el bendito Señor, y Él, por Su Espíritu que mora en nosotros, efectúa en nosotros lo que nuestras propias energías no han podido producir. Estamos unidos a Aquel que resucitó de los muertos y damos fruto para Dios.

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