En esta división, el profeta dio una visión quíntuple del juicio, introducida en los primeros cuatro casos con las palabras: "El Señor Dios me mostró". La última visión fue de Jehová mismo. La visión de las langostas declaró que el juicio estaba amenazado y restringido en respuesta a la intercesión.

La visión del fuego tuvo el mismo significado. El profeta vio el fuego devorador e intercedió. Su intercesión fue respondida por el arrepentimiento de Jehová, y el juicio fue restringido.

La visión de la plomada es diferente. Se vio a Jehová de pie junto a una pared, probándola con una plomada. Habiendo hecho eso, apeló al profeta. No se hizo ningún cargo, pero es evidente que, como vio Amos, se dio cuenta de todas las irregularidades que revelaba la plomada. No hubo intercesión. La fatalidad estaba determinada. Mientras la profecía se mezclara con mensajes de misericordia, la gente la toleraba.

En cuanto faltaba ese elemento, estalló la hostilidad. Amasías era un impostor y, sin embargo, ocupaba el cargo de sacerdote de Betel. Informó a Jeroboam de lo que decía Amós, aconsejando su exilio. Además, intentó apelar al miedo de Amós y le aconsejó que huyera a Judá. La respuesta de Amós estuvo llena de dignidad, nacida de la conciencia de la autoridad divina de su comisión. Declaró que no era profeta, pero que Jehová lo había tomado y le había hablado, por lo que se había convertido en profeta de hecho. Luego, respondiendo a Amasías, declaró que el juicio de Dios alcanzaría a Amasías.

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