Por acción del gobernador romano, Pablo fue procesado ante el Sanedrín judío. Apenas había comenzado cuando fue interrumpido e insultado. Fue una dura prueba para el apóstol. Es fácilmente concebible que se sienta abatido en la soledad de la noche siguiente. Fue entonces cuando el Señor estuvo a su lado y le dijo: "Ten buen ánimo", y le aseguró que, a pesar de toda la oposición, también daría testimonio en Roma.

Sin embargo, la oposición al apóstol fue tan feroz que algunos hombres juraron destruirlo. Una vez más, Dios anuló y dio a conocer el hecho a Pablo, a través de su sobrino, como resultado de lo cual Pablo tomó medidas que lo llevaron a su protección y liberación. Con escolta romana llegó a Cesarea y fue presentado al gobernador, quien lo puso bajo vigilancia hasta que llegaran sus enemigos.

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