Tértulo, que apareció aquí, era un abogado romano, siendo necesario que los judíos lo emplearan para presentar sus casos ante un tribunal romano. Las acusaciones que hizo eran evidentemente falsas. Su descripción de Pablo como un "hombre pestilente" no tenía ninguna justificación. La acusación principal era que él era "un motor de insurrecciones". La falta de fundamento de esta acusación también es evidente, pero su sutileza es clara. La única acusación que pudo fundamentarse fue que Pablo era "un cabecilla de la secta de los nazarenos".

La defensa de Pablo es una espléndida ilustración de la fuerza y ​​la dignidad de quien es consciente de que no tiene nada que ocultar. Su discurso a Félix fue cortés, valiente y claro. Con sereno desprecio negó los cargos que se le imputaban excepto uno, pues confesó abiertamente que era "del Camino", que, y hay un evidente toque de ironía en sus palabras, "llaman secta".

La secuela está llena de interés. La decisión de Félix fue favorable a Pablo, quien fue entregado a un encarcelamiento indulgente y así protegido de sus enemigos. La acción posterior de Félix fue motivada por motivos mixtos, y resultó en su acusación de Pablo ante él y Drusila, que era la hija de Herodes, que había matado a Santiago y ella misma era una libertina. El razonamiento de Pablo aquí se caracterizó por tal fidelidad y fuerza que produjo terror en la mente de Félix. Pablo permaneció dos años en Cesarea. Luego, cuando se llamó a Félix, dejó a Paul en cadenas.

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