Este salmo que concluye el libro, y todo el Salterio como doxología final, es la ilustración más completa e iluminadora de la alabanza perfecta en todo el Salterio. En nuestro análisis de ella como doxología al comienzo del libro, se enuncian sus valores esenciales. El lugar central de la oración es el santuario, es decir, el lugar de manifestación divina, ya sea el templo terrenal o el celestial, no importa nada.

La circunferencia es el firmamento de Su poder, que es el confín exterior de la conciencia humana. La razón de la alabanza es la de sus poderosos actos, ya sea en la creación, la redención o el gobierno. La medida de la alabanza es Su excelente grandeza, de modo que nunca puede terminar hasta que toda la historia se agote. El método se establece mediante una descripción de los instrumentos musicales que constituyen una orquesta perfecta.

Finalmente, la única condición de la alabanza es la posesión del aliento, es decir, la vida recibida de Él debe regresar en alabanza. La función de la vida es la alabanza y la fuerza de la alabanza es la vida. La nota de responsabilidad y la dignidad de la elección están igualmente indicadas en el hecho de que el salmo final no es simplemente una expresión de alabanza, sino una llamada a su ejercicio. Así se ve que la adoración que glorifica perfectamente a Dios no es mecánica, sino volitiva.

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