"Entonces, si Dios les dio un regalo como el que también nos dio a nosotros, cuando creímos en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para resistir a Dios?"

Entonces, preguntó, ¿qué debería haber hecho? Si Dios les dio a los gentiles el mismo regalo que les había dado en Pentecostés a todos los que creían en el Señor Jesucristo, ¿quién era él para resistir a Dios? De ese modo, Dios había dejado en claro que había limpiado a estos gentiles inmundos para que fueran aceptables para él. Por lo tanto, ya no eran comunes ni inmundos. Eran preciosos para Dios y aceptables para Él, y lo eran tal como eran, en su estado incircunciso. Y tal como estaban, eran parte de la nación santa de Dios.

Así que Pedro ha dejado en claro que la iniciativa fue de Dios en cada paso del camino. Fue Dios quien lo puso en trance y le dio su visión. Fue Su Espíritu quien le había pedido que fuera a Cornelio. Era el ángel quien le había dicho a Cornelius lo que tenía que hacer. La venida del Espíritu Santo sobre ellos había sido el resultado de la acción directa e inesperada de Dios. Por tanto, nada había sido obra de Peter.

Cabe señalar que no era la autoridad de Peter lo que se aceptaba aquí, era su lógica combinada con los hechos. Por lo tanto, los otros apóstoles estuvieron dispuestos al final a poner su autoridad detrás de sus acciones. Ellos también sabían lo que significaba que Dios los dirigiera, de modo que no hacerlo hubiera sido ir en contra de Dios.

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