Y él le dijo: "Maestro, todas estas cosas las he observado desde mi juventud".

El joven había sido educado como un niño judío bueno y respetable y había respondido a la enseñanza que había recibido. La obediencia a la Ley de Moisés había sido una pasión de su vida. Y no podía pensar en nada que hubiera omitido. Hasta donde él sabía, no había cometido ningún pecado importante. Pero, por supuesto, la verdad es que él no se había metido debajo de la superficie de la Ley.

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