“Y, 'Cualquiera que jura por el altar, no es nada, pero quien jura por la ofrenda que está sobre él, es deudor'”.

Jesús da un ejemplo más de su insensatez. Declaran que jurar por el altar no significaba nada, mientras que jurar por las ofrendas sobre el altar era esencialmente vinculante y convertía a la persona en deudor para cumplir su juramento. Esto nuevamente reveló la misma actitud de concentración en los medios de adoración (con los que se sentían estrechamente conectados), en lugar de en la verdad central de que solo podían llegar a Dios a través del derramamiento de sangre, simbolizado por el altar provisto por Dios.

Podemos comparar aquí la gran visión de Ezequiel donde el Templo en la montaña alta lejos de Jerusalén era celestial. No se sugirió que se construyera. Lo único que se requería construir era un altar, porque eso era físicamente necesario para que pudieran acercarse a Dios mediante el derramamiento de sangre a través de Su Templo celestial. Una vez que tuvieran esto, podrían adorar sin un Templo terrenal a través del Templo celestial. Por tanto, se consideraba que el altar ocupaba un lugar central en la adoración de Dios.

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