En primer lugar, se hace hincapié en el deber del amor fraterno, es decir, la bondad hacia los hermanos cristianos, que era de suma importancia en una comunidad en lucha como la Iglesia primitiva. Tres aspectos de este deber son la hospitalidad hacia los viajeros, el cuidado de los presos y la ayuda hacia los perseguidos. Los lectores deben tener en cuenta que ellos también están en el cuerpo, es decir, residentes en este mundo y responsables de sus problemas.

Se les advierte contra dos formas de vicio a las que la sociedad pagana de la época era especialmente propensa a la laxitud en la relación matrimonial y la codicia. Los cristianos bien pueden resistir esta última tentación, porque tienen la propia promesa de Dios de que recordará a su pueblo y proveerá para ellos. Una promesa como esta debería liberarlos de todas las ansiedades, y no simplemente del miedo a la pobreza ( Hebreos 13:5 sig.).

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