El escritor teme que al señalar el peligro de la apostasía haya hablado con demasiada dureza. Asegura a sus lectores que, por su fidelidad pasada y su bondad hacia los hermanos necesitados, han demostrado la autenticidad de su religión. Solo ellos deben perseverar como empezaron, aferrándose a su esperanza hasta que se cumpla. Fue por esta constancia, mantenida durante toda su vida, que los siervos de Dios en el pasado ganaron la recompensa que Él había prometido.

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