Conclusión. Estos cinco capítulos, y especialmente el último, arrojan una fuerte luz sobre la concepción del pecado en P. El pecado no es un acto, sino una condición. Los sacrificios prescritos para ello no son castigos, ni siquiera métodos de escape, sino medios por los cuales, desaparecidas las condiciones anormales, las funciones de lo normal pueden reanudarse sin peligro. Pero la conexión de lo anormal, así como lo estrictamente patológico, con un sentido de pecado y culpa, es una verdad familiar para la psicología, y está ilustrada por sentimientos comunes sobre los cuatro casos de Levítico 15.

Pero, para ser justos con P, debe recordarse que P no marca como pecados, en nuestro sentido moderno, actos o estados de los que el individuo no puede ser considerado responsable; simplemente afirma que necesitan la reclusión ritual, y que escapar de ellos exige la realización de ciertas ceremonias que de ninguna manera son particularmente gravosas.

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