1 Reyes 21:10

Acab es afín, tanto en su pecado como en su recuperación, a la masa de la humanidad. No ha pecado como Saúl, ni llorará como David. Ha sido pusilánime en su pecado, y no será más que pusilánime en su regreso a Dios. Se mueve, en general, en esa esfera intermedia de la vida moral que, en el mejor de los casos, nunca es heroica y, en el peor, algo mejor que detestable, y que es, después de todo, la esfera de la masa de la humanidad.

I. Observe, primero, que el arrepentimiento de Acab, hasta donde llegó, fue un arrepentimiento real. (1) Evidentemente hay en él una medida de ese temor de Dios que es el comienzo de la verdadera sabiduría espiritual. (2) No intenta paliar su pecado. Está en silencio, no porque no tenga nada que reconocer, sino porque se sabe tan simple y absolutamente malvado que no tiene nada que decir.

II. ¿En qué fue deficiente la penitencia de Acab? ¿En qué momento deja de ser un ejemplo para convertirse en una terrible advertencia?

No hay nada en la conducta posterior de Acab que demuestre que había alcanzado algo más profundo que el miedo a los juicios de Dios y el reconocimiento de su propia culpa. Temía las consecuencias del pecado, pero que al amar a Dios odiaba el pecado mismo es más de lo que podemos aventurarnos a suponer. Porque: (1) Un verdadero odio por los pecados pasados ​​los eliminará a toda costa y eliminará las ocasiones que los llevaron a ellos. (2) El pecador contrito se preocupa por la gloria de Dios, que ha oscurecido.

Pero con Acab, el yo seguía siendo el centro. Temblaba ante los juicios que le caían encima; y, según el mismo principio, no estaba a la altura de los sacrificios que eran dolorosos para sí mismo, por muy necesarios que fueran para el honor de su Maestro.

III. La influencia suprema sobre la mente de Acab vino de fuera de él y no de dentro. Jezabel está detrás de él como una encarnación del maligno. Si Acab alguna vez luchó por mantener su temor de Dios, pronto se hundió vencido por la energía más que humana de su enemigo, a la espera de su reprobación final.

HP Liddon, Oxford Lent Sermons; 1858, No. 10.

Referencias: 1 Reyes 21:13 . JM Ashley, Un año festivo con grandes predicadores, pág. 30. 1 Reyes 21:19 ; 1 Reyes 21:20 . C. Kingsley, Town and Country Sermons, pág. 317.

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