1 Tesalonicenses 4:10

Crecimiento cristiano.

I. ¿En qué debemos aumentar? Hay poca o ninguna ventaja en el aumento de algunas cosas. Pero aumenta nuestro peligro y, además de nuestras preocupaciones, coloca cargas más pesadas sobre la espalda de la vida. Ciertamente, más riquezas no nos harán más felices; y tal vez, por paradójico que parezca, es posible que ni siquiera nos hagan más ricos. Ni siquiera es el aumento de la sabiduría, aunque es una búsqueda más elevada y noble, sin sus propios inconvenientes.

Es más difícil trabajar con el cerebro que con las manos; para forjar pensamientos que el hierro. No es el aumento de estas cosas a lo que el texto nos llama a apuntar; pero de las riquezas que hacen menos difícil y más fácil llegar al cielo; de la sabiduría que humilla más que envanece a quien la posee. Es el aumento de las dotes espirituales que San Pablo cataloga como frutos del Espíritu.

II. ¿Cómo vamos a incrementarlos? (1) Debemos aumentar igualmente. Todas nuestras gracias deben ser cultivadas sin descuidar ninguna de ellas. Si un lado de un árbol crece y el otro no, el árbol adquiere una forma torcida, es una cosa deforme. Análogo en sus resultados a esto es el crecimiento desigual de las gracias cristianas. El mejor espécimen de cristiano es aquel en quien todas las gracias, como las cuerdas del arpa de un ángel, están en perfecta armonía.

(2) Debemos aumentar constantemente. El crecimiento lento y silencioso es algo que no se puede ver ni oír; mientras que cuanto más alto asciende un creyente, su ascenso no se vuelve más difícil, sino más fácil, nunca llega a un punto en el que cese el progreso. Comenzado en la tierra, continúa en el cielo; el campo que se extiende ante nosotros, que se extiende más allá de la tumba y por encima de las estrellas, ilimitado como el espacio e interminable como la eternidad.

(3) Debemos hacer esfuerzos para crecer. Si bien todas nuestras esperanzas de salvación se centran en la cruz de Cristo, y todas nuestras esperanzas de progreso dependen de la ayuda prometida del Espíritu Santo, esforcémonos al máximo, alcanzando logros más elevados y apuntando al aumento diario en cada hábito santo y cristiano.

T. Guthrie, El camino a la vida, pág. 264.

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