2 Corintios 11:10

Sabiduría imaginaria.

I. La influencia ejercida por los maestros judaizantes en Corinto fue tan nociva que el Apóstol se vio impulsado de mala gana a la tarea descortés de jactarse de sus servicios. Tal necesidad debió de resultarle particularmente repugnante, porque una gran parte de su propia enseñanza especial estaba dirigida contra cualquier autocomplacencia o afirmación de mérito personal. Lo presenta, por tanto, con desgana y disculpa.

Tal jactancia, dice, se vuelve más tonto que apóstol, pero la perversidad de los corintios no le ha dejado otra alternativa, y se siente obligado a darles una imagen del hombre al que están abandonando por sus nuevos e indignos favoritos.

II. (1) El texto explica ciertas formas de incredulidad. Hay un cierto placer en parecer más inteligentes o más profundos que nuestros vecinos o sentirnos capaces de despreciarlos como los fanáticos devotos de un credo gastado y retrasados ​​en la época. De este modo, nuestra propia sabiduría imaginaria nos lleva a sufrir con gusto a los necios. (2) La sabiduría imaginaria que nos lleva a sufrir con gusto a los necios puede ser, no de carácter intelectual, sino religioso.

El hombre tolera con gusto las fantasías infundadas de algún nuevo maestro que se cruza casualmente en su camino, o tal vez él mismo lo busca; adopta en su ignorancia interpretaciones insostenibles de la Escritura. Así también él soporta con gusto a los necios.

III. Si alguien está dispuesto a lamentar la licencia de la crítica moderna, las cien formas de sectarismo moderno, la disposición con que los hombres se mueven con doctrinas diversas y extrañas, los peligros a los que está expuesta su fe, que considere si su propia conducta es tal que fortalece o debilita esa fe. Recuerde que todo cristiano, ya sea que esté calificado o no para resolver las dificultades bíblicas y responder a los argumentos escépticos, puede de esta manera probar la verdad de la doctrina cristiana mediante la belleza de la vida cristiana.

GEL Cotton, Sermones sobre las epístolas, vol. i., pág. 180.

Referencias: 2 Corintios 11:13 ; 2 Corintios 11:14 . Revista del clérigo, vol. ii., pág. 81. 2 Corintios 11:19 .

WCE Newbolt, Consejos de fe y práctica, p. 238. 2 Corintios 11:22 . Spurgeon, Evening by Evening, pág. 158. 2 Corintios 11:23 . FW Aveling, Christian World Pulpit, vol. xiv., pág. 100.

2 Corintios 11:24 . A. Maclaren, Sermones en Manchester, pág. 14; Preacher's Monthly, vol. v., pág. 56. 2 Corintios 11:26 . Talmage, Old Wells Dug Out, pág. 26; Púlpito de la Iglesia de Inglaterra, vol. vii.

, pag. 224; A. Rees, Christian World Pulpit, vol. xiii., pág. 243. 2 Corintios 11:30 . Revista del clérigo, vol. iv., pág. 89. 2 Corintios 11:32 ; 2 Corintios 11:33 . Homiletic Quarterly, vol. iv., pág. 540.

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