Apocalipsis 5:9

¿En qué consiste el valor del hombre como hombre? El texto llama la atención sobre dos puntos destacados que se encuentran en esa valoración, dos capacidades que nos pertenecen a todos.

I. El hombre puede pensar; el hombre puede rezar; el hombre puede vivir; el hombre puede querer. Ese poder de pensamiento, ese poder de voluntad, sobre todo esa capacidad de afecto, te lleva a una verdad de tu naturaleza que se atestigua en la Pasión del Señor. La Pasión de Jesús nunca fue más majestuosa, aunque puede haber sido más conmovedora, que en el momento en que se presentó ante la insolente insolencia de Herodes o la miserable cobardía de Pilato, mudo en un caso, hablando en el otro; y al hablar en la majestad de su dolor, dio testimonio de la capacidad de soberanía en el hombre. El hombre nació rey: "Él nos ha hecho reyes para Dios".

II. Pero la Pasión dio testimonio de un punto más. La Pasión, como diría el mundo, fue un fracaso; fue el testigo del tremendo fracaso aparentemente de una misión incomparable. ¿Por qué? Porque fue la consumación del acto más fecundo y elocuente del que es capaz el hombre: el acto del sacrificio. Es un lugar común repetir que por sacrificio naces, por sacrificio eres educado, por sacrificio tienes éxito; pero recuerde que limitar su éxito al horizonte del tiempo es limitar esa capacidad.

La Pasión parecía un fracaso porque el alcance de su logro iba más allá del horizonte del tiempo. El hombre, a la vista de la Pasión, lee la lección de su gran humanidad; está exponiendo el principio del autosacrificio; actúa como sacerdote de Dios. Actúe como un rey, conquistándose a sí mismo, gobernando sus pasiones; actuar como un sacerdote, sacrificarse a sí mismo en lugar de ceder ante lo que está mal; y siempre verás ante ti la imagen testigo de tu Divino Redentor, fortaleciéndote con el ejemplo y la gracia.

WJ Knox-Little, Christian World Pulpit, vol. xiii., pág. 257.

Referencias: Apocalipsis 5:9 ; Apocalipsis 5:10 . Spurgeon, Sermones; vol. xxi., núm. 1225; Homiletic Quarterly, vol. ii., pág. 254; vol. v., pág. 469. Apocalipsis 6:2 .

Ibíd., Vol. iii., pág. 409; HP Liddon, Christian World Pulpit, vol. xii., pág. 152. Apocalipsis 6:3 . Expositor, primera serie, vol. iv., pág. 297.

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