Efesios 5:16

I. "Los días son malos". Se sienten así (1) por este motivo, por una cosa: que están sujetos a tantas cosas que están fuera del poder de los hombres, independientemente de su voluntad y control. Son propensos a que les sucedan tantas cosas desfavorables que nadie puede prevenir o incluso prever. (2) Otro punto de la experiencia en el mismo sentido es que los días se oscurecen por los espectáculos del mal, especialmente para las personas de mucha sensibilidad moral y religiosa.

(3) Los hombres como individuos se ven obligados a sentir que sus días se ven afectados por los males generales de la época; y hay para cada uno más o menos la parte de los males de la vida mortal: los desórdenes y dolores corporales; los cuidados las decepciones; las aflictivas privaciones. (4) La incertidumbre de nuestros días puede considerarse en algunos aspectos como una mala circunstancia. (5) Todos los días participan de la muerte.

II. "Redimiendo el tiempo". Los males que inciden en los días hacen que sea muy difícil redimir eficazmente el tiempo; forman una gran conspiración para desperdiciarla y devastarla, para apoderarse de ella y saquearla. Pero todo esto refuerza tanto más el beneficio, la obligación, la necesidad de redimirlo. (1) Con este fin, es de suma importancia que el tiempo sea una realidad en nuestra percepción y estimación; que deberíamos verificarlo como algo real, como una sustancia a la que podemos asignar un valor positivo, y verlo como un desperdicio o tan mejorado tan palpablemente como el contenido de un granero o como uno de los metales preciosos.

(2) Otra cosa importante para redimir el tiempo es esto: tener en cuenta ciertos propósitos u objetos importantes que absolutamente deben alcanzarse. Nada menos que la redención del alma es la redención verdadera y eficaz del tiempo, y este objeto da la regla suprema para la redención del tiempo. Apliquemos esta regla e imploremos al Espíritu Divino que haga que su autoridad sea irresistible sobre nosotros.

J. Foster, Conferencias, vol. ii., pág. 93.

Referencias: Efesios 5:16 W. Baird, La santificación de nuestra vida común, p. 6; HJ Wilmot-Buxton, La vida del deber, pág. 45; Homilista, vol. VIP. 55; Revista del clérigo, vol. ix., pág. 153; Homiletic Quarterly, vol. ii., pág. 126; M. Nicholson, Redimiendo el tiempo, pág. 1.

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