Ezequiel 16:27

I. Se puede considerar que la última cláusula del texto supone que un hombre se convierte en esclavo de otro y que este otro es aquel que le abriga un sentimiento de odio. Mediante la apostasía de Adán, Satanás obtuvo un dominio sobre el mundo que nunca podría haber tenido si nuestros primeros padres hubieran permanecido firmes en su lealtad. Puede haber sido el odio al hombre lo que primero movió a Satanás a intentar su destrucción.

Ese espíritu altivo, irritado por su derrota y furioso por su propio destierro de la felicidad, no pudo soportar contemplar la pureza y la felicidad del Paraíso. El hombre era inocente y eso lo hacía odioso; el hombre era feliz y, por tanto, instintivamente detestado. Y si podemos hablar del hombre como un objeto de odio hacia Satanás cuando mantuvo firme su lealtad, ¿qué podemos suponer ahora que, seducido a la apostasía, ha sido asegurado por la interferencia de Dios manifestada en la carne? ¿Quién intentará decir cuál debe haber sido la rabia y la decepción del diablo cuando descubrió que la criatura cuyo derrocamiento había rodeado, y a quien, por lo tanto, consideraba su presa indiscutible, era el objeto de un arreglo más maravilloso, un arreglo que en la medida más importante fue sacar el bien del mal,

II. Satanás debe odiar al hombre, de modo que quienquiera que sea el sirviente de este jefe de los ángeles caídos, se encuentre exactamente en la condición descrita por nuestro texto. Solo hay dos estados morales. La humanidad admite moralmente una sola división: los siervos de Satanás o los discípulos de Cristo. Por lo tanto, no hay otra alternativa que esta; porque el mundo entero habría sido el imperio de Satanás si Cristo no hubiera intervenido. Y aunque el efecto de esa interposición ha sido disminuir ese imperio ya, y asegurar su demolición final, solo aquellos que adquieren "arrepentimiento para con Dios y fe en nuestro Señor Jesucristo", quienes son trasladados al nuevo reino antes del cual todos los demás finalmente cederán. Todo hombre inconverso está virtualmente en tal estado que puede ser descrito como "entregado a la voluntad del que lo odia".

H. Melvill, Penny Pulpit, No. 1654.

Referencias: Ezequiel 16:54 . Spurgeon, Sermons, vol. v., núm. 264; Preacher's Monthly, vol. iii., pág. 354. Ezequiel 16:62 ; Ezequiel 16:63 . Spurgeon, Sermons, vol. xxii., No. 1289. Ezequiel 17:4 . Revista del clérigo, vol. xvii., pág. 95.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad