Génesis 3:22

La tentación bajo la que cayó el hombre en el paraíso fue una ambiciosa curiosidad por un conocimiento que no le fue permitido; luego vino el deseo de los ojos y la carne; pero el árbol prohibido se llamaba árbol del conocimiento ; el tentador prometió conocimiento, y después de la caída, Dios Todopoderoso pronunció, como en el texto, que el hombre lo había ganado. Lo que se ve tan miserablemente en la historia de nuestros primeros padres ha sido la tentación y el pecado de su posteridad desde entonces, la complacencia en un conocimiento prohibido, ilegal, dañino e inútil.

(1) Observe esa curiosidad maligna que estimula a los jóvenes a inmiscuirse en cosas que es una bendición para ellos ignorar. (2) Es muy probable que la búsqueda de la ciencia, que caracteriza estos tiempos, nos lleve a un lado hacia un pecado de este tipo en particular, si no estamos en guardia. (3) Hay personas que se jactan de lo que llaman su conocimiento del mundo y de la vida. Hay hombres que consideran el conocimiento del mal como parte de su educación.

(4) Otra clase muy diferente de personas que estudian el mal y se enorgullecen de él, y son degradadas por él, son las que se complacen en contemplar y pensar en la lucha entre el bien y el mal en sus propias mentes. Incluso cuando se usa correctamente, el conocimiento del pecado no está exento de peligros. Solo el amor de Dios puede dar a ese conocimiento la dirección correcta.

Reflexiones como estas muestran cuán diferente es nuestro estado de aquel para el que Dios nos hizo. Quería que fuéramos simples y que somos irreales; Quería que no pensemos en el mal, y mil asociaciones, malas, insignificantes o indignas, atienden cada uno de nuestros pensamientos. Pero Cristo ha comprado para nosotros lo que perdimos en Adán, nuestro manto de inocencia. Él nos ha pedido y nos ha capacitado para convertirnos en niños. Nos ha comprado la gracia de la sencillez. Oremos a Dios para que nos dé este gran y precioso regalo.

Sermones sencillos de los colaboradores de los "Tracts for the Times", vol. v., pág. 335. (Véase también JH Newman, Parochial and Plain Sermons, vol. Viii., P. 256.)

Referencias: Génesis 3:22 . J. Martineau, Esfuerzos después de la vida cristiana, pág. 313; T. Arnold, Sermons, vol. iv., pág. 1; RS Candlish, Libro del Génesis, vol. i., pág. 86; LD Bevan, Christ and the Age, págs. 193, 243. Génesis 3:23 . Revista homilética, vol. xiv., pág. 115.

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