Hebreos 9:13

Auto-oblación la verdadera idea de la obediencia.

I. San Pablo aquí nos dice que Cristo "se ofreció a sí mismo", de lo cual podemos aprender (1) que el acto de ofrecer fue Su propio acto, y (2) que la oblación fue Él mismo. Él era a la vez Sacerdote y Sacrificio; o, en una palabra, la oblación expiatoria fue Su perfecta obediencia, tanto en vida como en muerte, a la voluntad de Su Padre. Toda su vida fue parte del único sacrificio que, mediante el Espíritu eterno, ofreció a su Padre; es decir, el sacrificio razonable y espiritual de una voluntad crucificada.

Aprendemos de esto (1) en qué relación con Dios la Iglesia ha sido traída por la expiación de Cristo. Todo el cuerpo místico se ofrece al Padre como una especie de primicias de sus criaturas. La Iglesia se recoge del mundo y se ofrece a Dios; se hace partícipe de la expiación de Cristo, de la oblación del Verbo hecho carne. (2) La naturaleza de los sacramentos. Bajo un aspecto, son dones de la gracia espiritual de Dios para nosotros; bajo otro, son actos de oblación de nuestra parte a Dios. El de su voluntad soberana nos concede dones que nosotros, confiando en sus promesas, nos ofrecemos pasivamente a recibir.

II. Podemos aprender de este punto de vista del gran acto de expiación cuál es la naturaleza de la fe por la que llegamos a ser participantes de ella o, en otras palabras, por la que somos justificados. Claramente, no es una fe que termina indolentemente en la creencia de que Cristo murió por nosotros; o que asume intrusivamente para sí el oficio de aplicar a sus propias necesidades la gracia justificadora de la expiación. La gracia que justifica es la confianza de un corazón dispuesto, ofrecida en obediencia a Dios; es Su voluntad obrar en nosotros, uniéndonos a Él.

Nuestra fe, si queremos perseverar hasta el fin, debe ser severa, inflexible y severa. Debe llevar la huella de su pasión y hacernos buscar las señales de nuestra justificación en las señales más afiladas de su cruz.

III. Aprendemos cuál es el verdadero punto de vista desde el cual mirar todas las pruebas de la vida. No somos nuestros, sino Suyos; todo lo que llamamos nuestro es suyo; y cuando nos lo quite primero un tesoro amado y luego otro, hasta que nos haga pobres, desnudos y solitarios, no nos entristezcamos de haber sido despojados de todo lo que amamos, sino más bien regocijémonos de que Dios nos acepta; no pensemos que estamos aquí, por así decirlo, inusualmente solos; pero recuerde que, por nuestros duelos, en parte somos trasladados al mundo sin ser vistos. Él nos está llamando y enviando nuestros tesoros. La gran ley del sacrificio nos está abrazando y debe tener su obra perfecta. Como Él, debemos ser hechos "perfectos mediante el sufrimiento".

HE Manning, Sermons, vol. i., pág. 242.

Referencias: Hebreos 9:13 ; Hebreos 9:14 . Spurgeon, Sermons, vol. xxv., núm. 1481; vol. xxxi., núm. 1846; Homiletic Quarterly, vol. ii., pág. 469; Revista del clérigo, vol. iv., págs. 88, 89, 224; vol. vi., págs. 147, 333.

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