Juan 19:23

Como la túnica que Cristo llevaba más cerca de sí mismo estaba curiosa y extrañamente elaborada sin costura de la cabeza a los pies; de modo que todo lo que Jesucristo ha dejado es singular, único, armonioso; pues, juzgadlo por el sistema religioso que ha dejado, o juzgadle por el código de moralidad que ha dejado, o juzgadle por el registro de ese carácter inmaculado, y encontraréis que es extraño, singular, uno en este historia del mundo para quien aún no se ha encontrado ningún compañero.

I. Juzgadlo por el sistema religioso. Es único. Su poder, que murió, ha borrado el ceño fruncido que el sacerdocio pagano pintó en la frente de Dios. El Evangelio, que pone en manos de sus discípulos y ministros, proclama la reconciliación de Dios con el mundo. Lo que hemos recibido es enfáticamente el ministerio de la reconciliación. Tenemos acceso por un Espíritu al Padre.

II. Pero no obstante, cuando lo vemos por el sistema de moralidad que Él dejó, con el cual el mundo iba a revestirse, tenemos el mismo carácter único y armonioso. Si el sistema religioso encontró su base en el amor de Dios a la humanidad, no obstante, la moralidad encuentra su base en este amor paralelo del hombre al hombre. Era como quien recogía las flores perdidas que habían sido esparcidas por las edades a lo largo del camino de la humanidad para unirlas en un solo racimo.

Pero hizo más. Dio una raíz a todas estas flores; Los plantó donde realmente podían crecer, cuando puso la verdad y la base de toda la humanidad en esto: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, ya tu prójimo como a ti mismo".

III. Pero más. Si podemos tomar ese manto que dejó atrás como el emblema del sistema de enseñanza, de adoración y de moralidad, tenemos aún más una analogía en las Escrituras para tomarlo como representante del carácter santo de Cristo. Como el único hilo que tejió esa túnica sin costuras, el amor aparece en todas partes bajo el patrón bordado. Ese amor es el que forma, por así decirlo, la fuerza misma de Su carácter, y se vuelve uno con Él en todo lo que hace, se identifica con Él cuando es más severo, no se separa de Él cuando es más humillado.

Es lo único que teje al personaje, lo teje desde la parte superior en todas partes. Esta túnica es un legado para nosotros. A diferencia de la túnica envenenada que envolvió a Alcides, este legado no tiene una justicia ficticia que no pueda convertirse en nuestra; pero, revestidos de él, podemos recibir, no veneno, sino poder vivificante.

Obispo Boyd Carpenter, Penny Pulpit, No. 696.

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