Lucas 18:3

La viudez de la Iglesia. Que la Iglesia está, no debe estar, en estado de viudez se desprende de cosas como estas:

I. El propósito del Padre con respecto a ella. Ese propósito tiene grandes cosas reservadas para ella en los tiempos venideros; pero en la actualidad, su destino es la debilidad, la pobreza, las privaciones y la perseverancia del mal. A través de muchas tribulaciones ella debe entrar en el reino.

II. Su conformidad con su Señor. Él es su modelo, no solo en cuanto a carácter, sino en todo el curso de la vida. En Él aprende cuál será su destino en la tierra. Él, el rechazado, incluso entre los suyos, ella también debe ser rechazada; Él, el odiado, también debe ser odiado. No tiene derecho a esperar un trato mejor del que Él recibió, ni debería desearlo.

III. Ella está de pie por fe. Es la incredulidad del mundo lo que lo convierte de manera tan especial en el mundo; por tanto, es la fe de la Iglesia la que la convierte en lo que es, la Iglesia. Como alguien que cree en un reino venidero, se libera de los enredos del tiempo. Se convierte en una extraña aquí, sin ciudad permanente, pero satisfecha con la tienda del desierto, hasta que llega a la ciudad de habitación.

IV. La condición del mundo del que es llamada. Es un mundo maligno. Se basa en la maldad, y su vocación es salir de ella y, como Noé, condenarla. Ella no tiene nada en común con eso. Todo es desagradable.

V. Sus perspectivas. Ella es heredera de Dios y coheredera con Cristo Jesús. Un reino eterno, una corona que no se desvanece, un eterno peso de gloria, estas son sus perspectivas. ¿Qué tiene ella, entonces, que ver con un mundo donde todos estos no son reconocidos, no, despreciados o repudiados? En su orfanato, o en su extrañeza, o en su viudez, todavía se mueve ante nosotros como la separada, rechazada, solitaria, en medio de un mundo hostil, que la supera con creces, y que se siente extrañamente incómoda e incómoda por la presencia de una que ilumina todas las cosas preciosas y placenteras de la tierra, con los ojos y el corazón fijos en algo más glorioso, de lo cual el mundo no sabe nada.

H. Bonar, Short Sermons, pág. 376.

Referencias: Lucas 18:3 . Revista homilética, vol. vii., pág. 81. Lucas 18:4 . El púlpito del mundo cristiano, vol. xxvii., pág. 199. Lucas 18:5 . Expositor, primera serie, vol. iv., pág. 32. Lucas 18:6 . Homilista, vol. v., pág. 284.

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