Lucas 22:31

Estas palabras contienen una advertencia, una seguridad reconfortante y un cargo solemne. Nota:

I. La advertencia. Debemos recordar que la palabra "tú" no se usa aquí en el sentido de nuestro lenguaje común, es decir, para expresar una sola persona. Nuestro Señor no dice que Satanás hubiera deseado tener solo a Pedro, sino a todos los Apóstoles. Se acercaba la hora, cuando su fe sería severamente probada, cuando serían zarandeados como trigo, para ver qué había en ellos buen trigo y qué paja. En nuestras vidas también las palabras nunca pueden ser de otra manera que verdaderas.

II. La reconfortante seguridad. "He rogado por ti para que tu fe no falte". Esto se habla de Pedro en particular; es "he orado por ti", no, he orado por ti, pero aunque estas palabras solo se refieren a Pedro, tenemos la seguridad en otra parte de que también es verdad para nosotros. Es más, esa misma noche en que declaró así que había orado por Pedro, sabemos que también oró por los otros Apóstoles, y no solo por ellos, sino también por nosotros.

III. Todos están advertidos del peligro que se avecina; pero se ora especialmente por uno, para que, al convertirse él mismo, también fortalezca a sus hermanos. Estas palabras fueron dirigidas a Pedro, y si leemos los primeros doce capítulos de los Hechos, encontraremos su cumplimiento. Allí lo encontramos, en verdad, fortaleciendo a sus hermanos, pasando por todos lados, y con señales y prodigios, con la palabra de sabiduría, con ferviente denuedo y amor sincero, convenciendo a los incrédulos, abriendo los ojos a los ignorantes, desconcertando las amenazas de los enemigo iluminando, animando y consolando a sus hermanos cristianos.

Pero esto también se dijo, no solo a Pedro, sino a nosotros. En cada sociedad, hay personas como él a quienes se les puede decir: "Cuando te conviertas, fortalece a tus hermanos". Hay, y siempre debe haber, algunos que tienen más influencia que sus vecinos. Cada ventaja que tenemos sobre los demás nos hace sujetos a este cargo. Si somos mayores, debemos fortalecer a los más jóvenes; si tenemos la supremacía dada por la fuerza y ​​la actividad, por la decisión de carácter, o por la habilidad general, o por consideración de cualquier tipo, entonces nosotros, al convertirnos, debemos fortalecer a nuestros hermanos; somos responsables no sólo de nuestras almas, sino también, en cierta medida, de las de los demás.

T. Arnold, Sermons, vol. iii., pág. 114.

Referencias: Lucas 22:31 ; Lucas 22:32 . Revista homilética, vol. viii., pág. 126; vol. x., pág. 133; Preacher's Monthly, vol. i., pág. 352. Lucas 22:31 . J. Oswald Dykes, Sermones, pág. 263.

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