Lucas 9:55

El Espíritu de Cristo y de Elías.

Nadie puede haber dejado de notar la marcada diferencia entre el espíritu severo de Elías y el espíritu manso de Cristo. De todos los profetas de la antigua dispensación, Elías es el más grandioso y menos civilizado. Rénan nos dice que en las imágenes de la Iglesia griega Elías suele ser representado rodeado por las cabezas decapitadas de los enemigos de la Iglesia. Y Prescott nos dice que en el siglo dieciséis los brutales inquisidores de España trataron de justificar sus actos diabólicos apelando al acto de Elías de invocar fuego del cielo y decir: "Mira, el fuego es el castigo natural de los herejes". Ellos no entendieron o no entenderían que ese acto de Elías fue condenado para siempre por Aquel que era a la vez el Maestro de Elías y el Dios de Elías.

I. Elías y los viejos héroes, sin duda, no habían aprendido a distinguir entre los pecadores y el pecado. Sin duda, no habían aprendido a amar al pecador, mientras odiaban el pecado. Estaba reservado para los tiempos posteriores enseñar eso a los hombres. Requería una enseñanza superior a la que se había concedido hasta ahora a la humanidad. Requería la enseñanza del propio Hijo de Dios. El espíritu de Elías era un espíritu de justicia, un espíritu de justa retribución, un espíritu de terrible venganza: el espíritu de Cristo era un espíritu de ternura, un espíritu de compasión, un espíritu de amor.

II. Pero porque la religión de Cristo es una religión de amor, porque nos invita a ser bondadosos, pacientes, pacientes, perdonadores, no imaginen que, por tanto, es una religión de sentimentalismo, apta sólo para mujeres débiles y hombres afeminados. No es nada por el estilo. Es una religión de misericordia, pero es una religión de justicia. Es una religión de caridad y de intolerancia al pecado. Es una religión de amor, pero de odio a la opresión.

Si alguien puede ver la injusticia y el mal cometidos contra aquellos que no pueden ayudarse a sí mismos y ver que se hace también con insensibilidad e indiferencia, entonces ese hombre puede ser muy sabio y prudente a los ojos de una sociedad vacía, pero ha perdido el espíritu de justicia, que es el espíritu de Cristo.

J. Vaughan, Christian World Pulpit, vol. xviii., pág. 147.

Referencias: Lucas 9:56 . Homiletic Quarterly, vol. iii., pág. 132; H. Jones, Ibíd., Vol. xxx., pág. 101; W. Walters, Christian World Pulpit, vol. xii., pág. 318. Lucas 9:57 . Ibíd., Vol. v., pág. 458. Lucas 9:57 ; Lucas 9:58 . HM Butler, Harrow Sermons, pág. 244. Lucas 9:57 . HW Beecher, Ibíd., Vol xvi., Pág. 404.

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