Marco 14:4

Dondequiera que exista algo del amor de Dios, debe haber un deseo de sacrificarle una parte considerable de nuestros bienes terrenales; y la forma más común de hacerlo es dando a los pobres, en quienes Cristo ha prometido que Él mismo se encontrará, y que considerará tales dones como entregados a Él mismo.

I. Pero entonces surge la pregunta: ¿Le resultará aceptable esto? Él ama el culto espiritual y el cuidado de los pobres, pero ¿ama también los signos externos y externos de nuestro amor y reverencia? A esto, creo, encontraremos una respuesta más satisfactoria en el incidente más interesante que se registra de la buena María derramando el precioso ungüento sobre los pies de nuestro bendito Salvador, y Su más graciosa aceptación de él.

¿Por qué fue esta buena acción tan sumamente agradable a Cristo y honrada por él? No era que Aquel que, en todos los sentidos, amaba la pobreza, se preocupara por tales cosas. ¿Cuál fue el ungüento precioso para Aquel que es el Hacedor y Conservador de todas las cosas? Fue porque fue la manera en que se le mostró amor. Ella hizo lo que pudo; había estado a un precio muy alto, porque amaba mucho.

II. El Todopoderoso lo ha designado de tal manera que el verdadero servicio a Él es la mejor cura para las enfermedades de nuestras almas enfermas; orarle, alabarle, adorarle, es la medicina de nuestro corazón. Ahora bien, la enfermedad que enferma hasta el corazón a este país es el amor al dinero. Una nación que corre de un lado a otro con el amor de Mammón, para ser la fuente misma de vida para ella, como el corazón es para el cuerpo, esto llevaría a uno a temer que Dios se está preparando para el juicio.

Entonces, ¿cuál es la cura para todo esto? Por qué, ciertamente, hacernos amigos del injusto mamón, para que cuando Dios nos visite seamos recibidos en moradas eternas. A menos que las personas estén dispuestas a hacer sacrificios mucho más grandes al Dios Todopoderoso que los cristianos ahora, su religión debe ser algo muy diferente de lo que solía ser el cristianismo. Que cada uno haga algo; no te escondas debajo de una piedra, y atesores para la polilla y el óxido; no gastes lo que tienes en tu propio orgullo y comodidad, sino contenta con que María bienaventurada y bondadosa sea tenida por tonta en este mundo, para que, a cualquier precio, puedas ganar a Cristo.

Sermones sencillos de los colaboradores de "Tracts for the Times", vol. x., pág. 98.

Referencias: Marco 14:6 . Spurgeon, Sermons, vol. xxxi., núm. 1834; Ibíd., Christian World Pulpit, vol. 27; pag. 254.

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