Mateo 10:24

I. La semejanza al maestro en sabiduría es la perfección del discípulo. "Si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán al foso". "El discípulo no es mayor que su maestro". "Basta al discípulo ser como su maestro". Si ese es un principio verdadero, que lo mejor que le puede pasar al erudito es seguir los pasos de su maestro, ver con sus ojos, absorber su sabiduría, aprender su verdad, podemos aplicarlo en dos direcciones opuestas.

Primero, nos enseña las limitaciones, la miseria y la locura de tomar a los hombres por nuestros amos; y luego, por otro lado, nos enseña la gran esperanza, la bendición, la libertad y el gozo de tener a Cristo como nuestro Maestro. (1) Considere primero que el principio se relaciona con la relación entre discípulo y maestro humano. Todos estos profesores tienen sus limitaciones. Cada hombre tiene su pequeño círculo de ideas favoritas, que reitera constantemente.

De hecho, parece como si una verdad fuera todo lo que un maestro podía manejar, y como si siempre que Dios tuviera una gran verdad para dar al mundo, tuviera que tomar a un hombre y convertirlo en su único apóstol; de modo que los maestros se convierten en meros fragmentos, y escucharlos es empequeñecerse y estrecharse. Es seguro seguir a Cristo absolutamente, y solo a Él. Al seguir a Cristo como nuestro Maestro absoluto, no hay sacrificio de independencia o libertad mental, pero escucharlo es la manera misma de asegurar eso en su grado más alto.

II. Pasemos a la segunda aplicación de este principio. La semejanza con el Maestro en la vida es la ley de la conducta de un discípulo. No hay ningún discipulado que valga la pena nombrar que no intente al menos esa semejanza. Aquellos cuya vida terrenal es seguir a Cristo, con pasos vacilantes y de lejos, tendrán como bendición celestial, "seguirán al Cordero por dondequiera que vaya".

III. La semejanza con el Maestro en relación con el mundo es el destino que debe soportar el discípulo. Si somos como Jesucristo en conducta, y si hemos recibido Su palabra como la verdad sobre la cual descansamos, dependemos de ella, en nuestra medida y en diversas formas, tendremos que soportar el mismo tipo de trato por parte del mundo. Si no saben lo que es encontrarse fuera de armonía con el mundo, me temo que es porque tienen menos del espíritu del Maestro que del mundo. El mundo ama a los suyos. Si no eres del mundo, el mundo te odiará. Si no es así, debe ser porque, a pesar de tu nombre, perteneces a él.

A. Maclaren, Christian Commonwealth, 18 de junio de 1885.

Referencias: Mateo 10:24 ; Mateo 10:25 . Expositor, primera serie, vol. xi., pág. 179; HW Beecher, Sermones, vol. ii., pág. 195. Mateo 10:24 .

Parker, Vida interior de Cristo, vol. ii., págs. 145, 154. Mateo 10:25 . Spurgeon, Evening by Evening, pág. 317.

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