Salmo 127:1

Hay progreso en la vida, hay progreso en la historia, porque el Señor está edificando, trabajando y velando con el hombre; y el hombre está aprendiendo. despacio, ¡ay! y por etapas que parecen imperceptibles en cada momento, visibles sólo a lo largo de un largo rango de generaciones, que la única forma de vida, la única fuente de bendición, es la domesticación de su voluntad propia para construir, vigilar y trabajar con Dios.

I. La gran preocupación de la vida del hombre en la tierra es el descubrimiento y el establecimiento de una armonía entre él y Dios. La concordia del pensamiento y la actividad del hombre con la de Dios es el secreto sobre la tierra de toda obra verdadera, real y permanente.

II. El hombre, decimos familiarmente, es el arquitecto de su propia fortuna. Es una limitación pobre; es el arquitecto de su propio carácter y de su propio destino. Por casa de la vida me refiero a aquellos principios y hábitos de juicio y acción moral que son la verdadera casa del alma, en la que habita y de la que sale para obrar benigna o malignamente para sí misma y para la humanidad. De esa casa el arquitecto es el hombre, no Dios; esa casa que él está construyendo diariamente, y ese edificio permanecerá y será el hogar o la prisión del alma por toda la eternidad.

III. Si quieres construir sabiamente, mira los cimientos. Cristo es la única Roca sobre la que debe descansar la casa de la vida si quiere escapar de las inundaciones y los incendios por los cuales todo lo que es perecedero debe perecer y ser elevado entre las cosas imperecederas por la eternidad. La pregunta: "¿Qué pensáis de Cristo?" es la pregunta vital para cada uno de nosotros.

IV. Y construya diariamente en una dependencia consciente y bendita de la cooperación de una mano superior. Hay Uno trabajando contigo, trabajando en ti, quien es el único que puede hacer que la construcción de la casa de la vida sea un éxito grande y duradero.

J. Baldwin Brown, Christian World Pulpit, vol. xxiii., pág. 103.

Referencias: Salmo 127:1 . CJ Vaughan, Memorials of Harrow Sundays, pág. 1. Salmo 127:2 . Spurgeon, Sermons, vol. i., No. 12. Salmo 127:3 . W. Braden, Christian World Pulpit, vol. VIP. 369. Salmo 127 S. Cox, The Pilgrim Psalms, pág. 155.

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