Salmo 32:1

Aquí hay un privilegio, un carácter y una bendición.

I. El privilegio es el del "hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras" ( Romanos 4:6 ). (1) "Cuya transgresión es perdonada". Esta seguridad es adecuada para aliviar ese terrible sentimiento de culpa, esa terrible aprensión de la ira merecida, bajo la cual trabajas cuando tu pecado realmente te descubre por primera vez. Lo primero que necesitas es creer en el perdón de los pecados.

(2) "Cuyo pecado está cubierto". Si tu convicción de pecado es genuina, no solo obra en ti el miedo, sino también la más profunda vergüenza. ¿Cómo puedes entonces recibir la insinuación de que no solo hay perdón para tu transgresión, sino también una cobertura para tu pecado? (3) "A quien el Señor no atribuye iniquidad". Ningún perdón de su transgresión, ninguna cubierta de su pecado, satisfará plenamente su espíritu ansioso a menos que vea cómo su iniquidad misma, su transgresión, su pecado, corporalmente, por así decirlo, puede ser tratado, eliminado, eliminado, en términos de la ley más estricta, exigiendo satisfacción y reparación. (4) Ahora llegamos al resumen completo y coronador del Apóstol: "a quien el Señor atribuye justicia sin obras".

II. Siendo tal la naturaleza del privilegio, no es difícil ver cómo está conectado con, y de hecho depende de, la gracia o calificación de un espíritu inocente. La descripción aquí es de completa paz. ¿Qué se requiere de nosotros sino dejar a un lado la astucia, qué sino un trato honesto? Dios es veraz en su trato con nosotros. Seamos sinceros al tratar con Él, como "el hombre en cuyo espíritu no hay engaño".

III. La bienaventuranza que fluye del estado y carácter del hombre a quien el Señor atribuye justicia sin obras, y en cuyo espíritu no hay engaño. (1) "Tú eres mi escondite". Es la confianza mutua y recíproca la que justifica e impulsa esta exclamación. (2) "Te guiaré con mis ojos". Este es un modo de guía muy benigno, amable y bondadoso. Es una guía paternal aprehendida por un corazón filial.

RS Candlish, El evangelio del perdón, p. 182.

Referencias: Salmo 32:1 ; Salmo 32:2 . JA Sellar, Doctrina y práctica de la Iglesia, pág. 69. Salmo 32:1 , C. Kingsley, Town and Country Sermons, No. 29.

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