EL REY QUE VIENE

"Decid a la hija de Sión: He aquí, tu Rey viene a ti, manso, y sentado sobre un asno, y un pollino hijo de asna".

Mateo 21:5

I. El Rey — Nuestro Señor es descrito como "tu Rey ". Nos alegra recibir a Cristo como nuestro Salvador; pero, ¿estamos igualmente dispuestos a tomarlo por nuestro Rey? ¿Cómo es Cristo nuestro Rey? Él es Rey naturalmente, como Dios. Pero Su poder real también era parte de Su oficio de mediador. Él vino no solo a predicar doctrinas, ser nuestro ejemplo y expiar el pecado; pero también vino a fundar un reino. Después de Su resurrección, dijo: 'Todo poder me es dado en el cielo y en la tierra'. Luego, como ejercicio de ese poder, le dio la sagrada comisión a Su Iglesia.

II. A quien viene: "A los suyos vino, y los suyos no le recibieron". El pronombre, sin embargo, tiene una aplicación más amplia y más restringida. 'He aquí, tu Rey viene' puede ser aplicable a la humanidad. El alma individual debe haberse aplicado a él y debe apropiarse de las bendiciones que han obtenido la Encarnación y Pasión del Redentor. Debe reinar sobre nuestros pensamientos; Debe gobernar nuestros afectos.

La voluntad, esa difícil facultad de entregarse, debe entregarse a Él. El Reino de Dios no es solo un reino externo y visible: la Iglesia; pero también debe establecerse en nuestro propio corazón: 'el Reino de Dios está dentro de ti'.

III. Con gran humildad: "Manso, y sentado sobre un asno, y un potrillo hijo de un asno". Es evidente que las gracias gemelas de la humildad y la mansedumbre serían signos de Su realeza. "Vosotros conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo", dice San Pablo, "que, aunque era rico, por vosotros se hizo pobre, para que vosotros por su pobreza seáis ricos". El orgullo fue el factor principal de la ruina del hombre. Adán cayó por el orgullo. El segundo Adán vino con 'gran humildad'. Era un nuevo tipo de personaje, una nueva medida de grandeza.

IV. ¿Cómo lo recibiremos? —No en Su venida en la hora de la muerte y en el Día del Juicio, sino ahora. Viene a nosotros espiritualmente y viene a nosotros sacramentalmente. De la primera dice nuestro Señor: "Si alguno me ama, guardará mis palabras; y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos nuestra morada con él". Y del otro Cristo dice: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en él, y cenaré con él y él conmigo".

—El Ven. Canciller Hutchings.

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