Mi cabeza sin que no ungiste

El uso de la hospitalidad

Porque tal es nuestra fragilidad que si no fuéramos fortalecidos y refrescados con cebos de la manera en que nuestras mentes se volverían embotadas y lentas, y nuestros cuerpos se cansarían.

Los paganos de antaño podían decir que la vida de un hombre sin algún deleite era como un largo camino sin posada, en el que todo son viajes y fatigas, pero no consuelo ni refrigerio. El alma de tal persona sería como una flor que crece siempre a la sombra, que no es nada tan dulce ni tan hermosa como la que crece a la vista del sol. ( N. Rogers. )

Perfumes

“No ungiste mi cabeza con aceite”. Los perfumes se asociaron con casi todas las acciones y eventos en la vida de los antiguos. El uso gratuito de ellos resultó especialmente agradable y refrescante para los orientales. Llevaba en la mano un ramo de flores fragantes; o se fumigaban habitaciones con los vapores olorosos de resinas ardientes; o se ungía el cuerpo con aceite mezclado con las cualidades aromáticas de algunas plantas extraídas por ebullición; o se usaban aromas alrededor de la persona en cajas de oro o plata, o en frascos de alabastro.

Cuando se daban los entretenimientos, se fumigaban las habitaciones: y era costumbre que un sirviente asistiera a cada invitado mientras se sentaba, para ungir su cabeza, rociar su persona con agua de rosas o aplicar incienso en su rostro y barba; y tan enteramente era el uso de perfumes en tales ocasiones de acuerdo con las costumbres del pueblo que el Salvador reprochó a Simón la omisión de esta señal de atención, dejando que la realizara una mujer. ( H. Macmillan, LL. D. )

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