Compré todo lo que era de Elimelech.

Redención cumplida

Este pasaje trae a nuestra vista el gran tema de la revelación del evangelio: la redención lograda en la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo en carne humana por el hombre culpable. Booz tomó los zapatos de su pariente como una simple pero solemne muestra del acuerdo que ahora había asumido. Llamó a todos los habitantes y ancianos de su ciudad para que testificaran que reconocía toda esta responsabilidad y estaba comprometido a lograr la redención que así se describió y emprendió.

La realización real del trabajo ahora dependía de la habilidad y fidelidad de Booz. Todo ahora descansaba sobre su poder y su verdad. ¿No fue así con la esperanza del hombre desde el día de su fracaso hasta el día de la manifestación y victoria del Salvador? Se había comprometido a ser el Redentor del hombre. ¿Podía cumplir y cumpliría las maravillosas promesas que había hecho y en las que había hecho que su pueblo confiara? La historia del Nuevo Testamento responde a esta importante pregunta.

Estas Sagradas Escrituras revelan los hechos de la redención lograda; el trabajo realizado completamente terminado; la fidelidad del Pariente Redentor gloriosamente establecida; y su omnipotente poder se dio a conocer triunfalmente. Este es ahora el gran mensaje del evangelio al hombre culpable. Proclama esta obra consumada y le ruega al hombre que acepte y disfrute de las bendiciones que se ofrecen gratuitamente y sin precio.

Como Booz, Jesús compró toda la herencia para el hombre. Todo lo que se perdió en el primer Adán es restaurado por el segundo. El Redentor mismo ahora es dueño de la herencia que ha comprado. Lo que era de Elimelec es ahora propiedad de Booz. Aquello que era del hombre, y que debe ser la recompensa de la obediencia del hombre, ahora es de Cristo, y solo se puede obtener en la plenitud y la gratuidad de Su don.

Es Su propia herencia, y Él la otorga a Su pueblo según Su voluntad; según la medida del don de Cristo. Tenemos todo en Él. Sin Él no tenemos nada. También ha recomprado al hombre para sí mismo. Su rebaño escogido es su posesión comprada, y será para alabanza de su gloria por siempre. Pero el pueblo de Belén no eran simplemente testigos de este pacto de Booz; fueron partícipes de su gozo.

Se unieron en sus súplicas pidiendo abundantes bendiciones sobre el noble y exaltado plan que había proclamado Booz. Así que los ángeles, testigos del pacto de nuestro Redentor, fueron también más que testigos silenciosos. Cuando se puso el fundamento de esta maravillosa obra en el pacto divino, estas estrellas matutinas cantaron juntas, y todos los hijos de Dios gritaron de gozo. Cuando el Salvador apareció como un bebé en Belén, llenaron los cielos con sus cánticos de alabanza y oración: "Gloria a Dios en las alturas, paz en la tierra, buena voluntad para los hombres". Cuando viajaba en la grandeza de Su fuerza, bajo Su carga de dolor en la tierra, lo ministraron y lo fortalecieron para Su obra. ( SH Tyng, DD )

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