He aquí, hoy han visto tus ojos cómo el SEÑOR te entregó hoy en mi mano en la cueva; y algunos me ordenaron que te matara, pero [mi ojo] te perdonó; y dije: No extenderé mi mano contra mi señor; porque es el ungido de Jehová.

Ver. 10. He aquí, este día han visto tus ojos. ] Esta es la defensa de David; donde cada palabra tiene su peso, cada sílaba su sustancia. Podemos legítimamente, cuando somos agraviados, limpiar nuestra propia inocencia, así que lo hacemos, como aquí, con mansedumbre y sabiduría. Sed o quam hoc non est omnium.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad