Y di mi corazón a buscar y escudriñar con sabiduría todas las cosas que se hacen debajo del cielo: este doloroso trabajo ha dado Dios a los hijos del hombre para que se ocupen en él.

Ver. 13. Y di mi corazón para buscar y buscar con sabiduría. ] Dios le había dado a Salomón un gran corazón y una gran cantidad de sabiduría; y esto lo hizo no más ocioso, sino más trabajador, más asiduo y serio en la búsqueda y ...

Buscando con sabiduría, ] es decir, con la mejor habilidad que tenía, madura y metódicamente, las causas, propiedades y efectos, con la razón de todas las cosas que son y se hacen debajo del cielo. Tampoco lo hizo con orgullo y curiosidad (como aquí lo censura duramente Hugo de Sancto Victore), sino con sobriedad y modestia, dejando sus disquisiciones y observaciones de lo político y natural para el uso de la posteridad.

Y dado que estos a se han perdido ahora, porque tal vez los admiraban y confiaban demasiado los que los usaron bajo el primer templo, en el que algunos judíos dicen que fueron quemados, qué precio tan alto pusimos todos. sobre este y los otros dos libros de Salomón, el más sabio de los hombres, ya que, no Apolo, sino el verdadero Dios del cielo, lo llamó y nos lo recomendó. Seguramente, como en el Apocalipsis, el cielo nunca se abrió, pero se reveló algún gran misterio, se pronunció algún oráculo divino; de modo que podemos estar seguros de que el Espíritu Santo nunca le asigna una obra a ningún escritor de las Escrituras que no sea con un propósito excelente.

Y si lo ignoramos, se quejará de nosotros como una vez: "Les escribí las grandes cosas de la ley, pero fueron contadas como cosa extraña". Oseas 8:12 En cuanto a esas otras obras dignas de Salomón (los frutos de esta búsqueda privada en la naturaleza de las criaturas aquí mencionadas), de las que nos privó la injuria del tiempo, cuánto mejor podemos decir de ellas, que un piadoso y el sabio b hizo una vez de la Octapla de Orígenes, Huius operis iacturam deplorare possumus, compensare non possumus, Esta gran pérdida bien podemos lamentarnos, pero no podemos evitarlo.

a 1 Reyes 4:32,33 .

b Rolloc., De Vocatione, pág. 130.

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