Y yo te digo: Deja ir a mi hijo, para que me sirva; y si no quieres dejarlo ir, he aquí, yo mataré a tu hijo, tu primogénito.

Ver. 23. Deja ir a mi hijo. ] Dios ordena a Faraón que deje ir a su pueblo y, sin embargo, endurece su corazón para no dejarlos ir, no es contrario a él mismo. Porque al mandarle así, requiere su obediencia; y endureciéndolo así, castiga su desobediencia.

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