Ningún ojo se compadeció de ti, por hacer algo de esto contigo, para tener compasión de ti; pero tú fuiste arrojado al campo abierto, para despojo de tu persona, el día que naciste.

Ver. 5. Ningún ojo se compadeció de ti. ] No, no a tu madre, en cuyo corazón Dios había plantado afecto natural con ese propósito. Tampoco tu Lucina se convertiría en tu Levana (dos deidades paganas), para levantarte del suelo, donde estás, ¡ay! revolcándose en tu sangre, y más parecido a un muerto que a un niño vivo.

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