Y los profané en sus propias ofrendas, por cuanto hicieron pasar por [el fuego] todo lo que abre la matriz, para dejarlos desolados, para que supieran que yo soy el SEÑOR.

Ver. 26. Y los contaminé en sus propios dones, ] es decir, rechacé tanto sus personas como sus presentes por inmundos. Así que Dios haría nuestras mejores actuaciones (en las que no se hallaría ni la verdad ni la sinceridad), si no fueran obra del Espíritu Santo y perfumadas con los dulces aromas de Cristo vertidas en ellas.

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