Pero los hombres, maravillados, decían: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?

Ver. 27. Incluso los vientos y el mar le obedecen ] Él impone leyes sobre todas las criaturas, que son sus ejércitos. Los vientos y el mar lucharon por nosotros aparentemente en ese

" Octogesimus octavus mirabilis annus: " (Beza)

de modo que decían los blasfemos españoles, Cristo se volvió luterano. Lo mismo hicieron los vientos para Teodosio, en esa famosa batalla contra Maximino. Los soldados que estaban entonces presentes nos dijeron, dice San Agustín ( de Civ. Dei, v. 6), que los vientos tomaron sus dardos, tan pronto como se les escaparon de las manos, y los arrojaron violentamente sobre el enemigo. En cuanto a los que nos arrojó el enemigo, con la misma violencia fueron llevados sobre sus propios cuerpos. Por eso cantó Claudio, el poeta pagano, en este género acerca de Teodosio,

" O nimium dilecte Deo, cui militat aether,

Et coniurati veniunt ad classica venti. "

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