Los hombres se maravillaron - Se preguntaron o quedaron asombrados.

Qué tipo de hombre - Qué tipo de personaje. ¡Qué diferente a otros hombres! ¡Qué gran despliegue de poder! ¡Y qué tan exaltado debe estar por encima de los mortales!

Jesús habló a los vientos; reprendió su furia, y el mar se calmó de repente. La tormenta se calmó; la nave se deslizó suavemente; el peligro huyó; y asombrados, se pararon ante el que controlaba las tempestades que Dios había levantado; y sentían que "él" debía ser Dios mismo, ya que nadie más que Dios podía calmar las olas y dispersar la tempestad. Ninguna escena podría haber sido más grandiosa que esta muestra del poder de Jesús. La oscuridad; las olas apresuradas; los vientos aulladores; el barco agitándose y sacudiéndose; Los temores y los gritos de los marineros, todo en una sola palabra en silencio, presentan una imagen de poder y divinidad irresistiblemente grandiosa y horrible. Entonces la tempestad rueda y se espesa sobre la cabeza del pecador despierto. Entonces tiembla por la destrucción inmediata y terrible. Entonces, mientras la tormenta de ira aulla, y el infierno amenaza con hundirlo, él viene temblando al Salvador. El escucha; él reprende la tormenta, y el pecador está a salvo. Una paz indescriptible toma posesión del alma, y ​​él se desliza en un mar tranquilo hacia el refugio del descanso eterno. Ver Isaías 57:20; Romanos 5:1; Filipenses 4:7.

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