El rescate de la vida del hombre son sus riquezas, pero el pobre no escucha la reprensión.

Ver. 8. El rescate de la vida de un hombre son sus riquezas.] Pueden ayudar a un hombre en un ascensor muerto y sacarlo del cautiverio, o una concesión de su vida. "No nos mates", dicen en Jer 41: 8, "porque tenemos tesoros en el campo. Así que él los abstuvo y no los mató entre sus hermanos". Algunos lo leen así: "El precio de la vida de un hombre son sus riquezas". Le cuesta la vida ser rico; como Nabot, y tantos visires turcos.

En los días de Calígula el tirano, Publicum crimen fuit divitem fuisse, una suficiente crimen era ser rico. Y en el reinado de Enrique II de Francia, muchos fueron quemados por religión, como se pretendía; pero sí para saciar la codicia de Diana Valentina, la amante del rey, a quien había entregado todas las confiscaciones de bienes hechos en el reino por causa de herejía. B

Pero el pobre no oye la reprensión.] Muchas veces se escapa como no considerable, como no digno de ser reprendido, como bajo la ley. En una tragedia, no hay lugar para un pobre sino solo para bailar, como ha observado Arian en Epicteto.

a Dio. en Calig.

b Hist. del Concilio de Trento, 387.

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