Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios.

Ver. 7. Para la gloria de Dios ] Es decir, del cielo, cuyos gozos es tan imposible de comprender como rodear el cielo con un palmo, o contener el océano en una cáscara de nuez. Tal consuelo hay en la presencia de Cristo (aunque pero en el útero), ya que hizo que Juan brotara. ¿Qué, pues, habrá en el cielo?

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