No seáis como el caballo, ni como el mulo, sin entendimiento, cuya boca debe estar cerrada con freno y freno, para que no se acerquen a ti.

Ver. 9. No seáis como el caballo ni como la mula ] David, según el título Masquil, prometió enseñar, usa este prefacio para llamar la atención. No seas inconsolable, irrecuperable, como Basilio (Ad Evag. Epist. 10) se queja, qui neque quid sit verum sciunt, neque sustinent discere, que ni sabía, ni se le enseñaría, lo que era verdadero y apto para ser practicado. Algunos escriben sobre el rinoceronte que puede ser muerto, pero no atrapado.

Otros, que es un animal animo indomito, una criatura indomable; porque si es apresado, pronto muere de mal humor. Esos espíritus los encontramos con no pocos, que sin embargo tomarían en vano el desprecio de ser considerados caballos y asnos, que no tienen entendimiento, ni se les enseñará ninguno. A éstos, el salmista dice aquí: Ne obstupescite, et obbrutescite ad exercitationes Dei, etc. No seas como un caballo o un mulo, no sea que seas conducido por el paraíso de los necios a una verdadera prisión. No seas precipitado, testarudo, indomable, intransitable, etc. El caballo y la mula son ejemplos, bien conocidos entre los judíos, y solían ser montados.

Que no tienen entendimiento ] Y, sin embargo, el caballo conoce a su dueño, etc. Se cuentan cosas extrañas sobre Bucéfalo y el gran caballo de Julio César. De los caballos de los mamelucos egipcios se cuenta que eran tan dóciles, que a ciertas señales o discursos del jinete, le alcanzaban con los dientes desde el suelo una lanza, una flecha o algo parecido; y como si hubieran conocido al enemigo, corren sobre él con la boca abierta y lo azotan con los talones; y había aprendido por naturaleza y costumbre a no tener miedo de nada.

Cuya boca debe ser retenida con mordida y brida ] Para que no te pateen y te muerdan, Ne mordeat nocentve tibi (Jun.). Tal es el salario del mundo loco y el uso de los predicadores más fieles. B. Ridley lo lamentó en su época; los grandes despreciaban en secreto a los que se dedicaban con más diligencia y salud a curar sus doloridas espaldas. En cuanto a Latimer, Lever, Bradford, Knox, dice él, sus lenguas eran tan afiladas, que se rasgaban tan profundamente hasta sus espaldas irritadas, para dejar salir la materia inmunda, que nunca pudieron soportarlas.

Así él, y mucho más sobre los cortesanos del rey Eduardo VI (Hechos y lunes 1616). Las palabras pueden leerse así, cuya boca, si no se sujeta con freno y freno, no se acercarán a ti, es decir, no podrás dominarlas. Es una buena observación de un divino moderno, no sólo el potrillo rebelde, sino el caballo que está quebrado, también tiene un freno y un freno. Así que incluso los piadosos necesitan el freno de la ley, ne spiritum sessorem excutiant, no sea que echen a su jinete.

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