1-8 La sagrada unción que se usaba en ese momento apuntaba al gran Mesías, o al Ungido, el Rey de la iglesia y Sumo Sacerdote de nuestra profesión, quien fue ungido con el aceite del Espíritu, no limitadamente, sino sin medida y por encima de todos los sacerdotes y príncipes de la iglesia judía. Para la mayor satisfacción de Saúl, Samuel le da algunas señales que se cumplirían ese mismo día. El primer lugar al que lo dirige es la sepultura de uno de sus antepasados; allí debe recordar su propia mortalidad y ahora que tenía una corona ante él, debe pensar en su sepulcro, donde todo su honor sería reducido al polvo. Desde la época de Samuel, parece que ha habido escuelas o lugares donde se criaban a jóvenes piadosos en el conocimiento de las cosas divinas. Saúl debería sentirse fuertemente motivado a unirse a ellos y se transformaría en otro hombre respecto a lo que había sido. El Espíritu de Dios cambia a los hombres, los transforma de manera maravillosa. Saúl, al alabar a Dios en la comunión de los santos, se convirtió en otro hombre, pero se puede cuestionar si se convirtió en un hombre nuevo.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad