1-10 El corazón de Ana se regocijó, no en Samuel, sino en el Señor. Ella mira más allá del regalo y alaba al Dador. Se regocijó en la salvación del Señor y en la expectativa de Su venida, Él que es toda la salvación de su pueblo. Los fuertes pronto se debilitan y los débiles pronto se fortalecen, cuando así lo quiere Dios. ¿Somos pobres? Dios nos hizo pobres, lo cual es una buena razón para que estemos contentos y aceptemos nuestra condición. ¿Somos ricos? Dios nos hizo ricos, lo cual es una buena razón para que estemos agradecidos, lo sirvamos alegremente y hagamos el bien con la abundancia que nos da. Él no respeta la sabiduría o las supuestas excelencias del hombre, sino que elige a aquellos a quienes el mundo considera necios, enseñándoles a reconocer su culpa y a valorar su salvación gratuita y preciosa. Esta profecía mira al reino de Cristo, ese reino de gracia del cual habla Ana, después de haber hablado extensamente del reino de la providencia. Y aquí es la primera vez que nos encontramos con el nombre MESÍAS, o su Ungido. Los súbditos del reino de Cristo estarán seguros y los enemigos serán derrotados; porque el Ungido, el Señor Cristo, es capaz de salvar y destruir.

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