9-19 Los dolientes habían compartido los placeres sensuales de Babilonia, y habían ganado con su riqueza y comercio. Los reyes de la tierra, a quienes ella halagó para que se convirtieran en idólatras, permitiéndoles ser tiranos sobre sus súbditos, mientras le obedecían; y los mercaderes, los que traficaban con sus indulgencias, indultos y honores; éstos se lamentan. Los amigos de Babilonia participaron en sus placeres y beneficios pecaminosos, pero no están dispuestos a compartir sus plagas. El espíritu del anticristo es un espíritu mundano, y ese dolor es un mero dolor mundano; no se lamentan por la ira de Dios, sino por la pérdida de las comodidades externas. La magnificencia y las riquezas de los impíos no les servirán de nada, sino que harán que la venganza sea más difícil de soportar. Se alude aquí a la mercancía espiritual, cuando no sólo se mencionan los esclavos, sino las almas de los hombres, como artículos de comercio, para destruir las almas de millones. Esto no ha sido peculiar del anticristo romano, y sólo su culpa. Es necesario que los prósperos comerciantes aprendan, con todas sus ganancias, a obtener las inescrutables riquezas de Cristo; de lo contrario, incluso en esta vida, pueden tener que lamentar que las riquezas se hagan alas y vuelen, y que todos los frutos que sus almas deseaban, se aparten de ellos. La muerte, en todo caso, acabará pronto con su comercio, y todas las riquezas de los impíos se cambiarán, no sólo por el ataúd y el gusano, sino por el fuego que no se puede apagar.

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