2-6 Ningún deber puede ser cumplido correctamente, a menos que perseveremos en la oración ferviente, y velemos en ella con acción de gracias. El pueblo debe orar particularmente por sus ministros. Se exhorta a los creyentes a tener una conducta correcta con los incrédulos. Tengan cuidado en todas las conversaciones con ellos, para hacerles el bien, y recomienden la religión por todos los medios adecuados. La diligencia en el aprovechamiento del tiempo recomienda la religión a la buena opinión de los demás. Incluso lo que es sólo un descuido puede causar un prejuicio duradero contra la verdad. Que todo discurso sea discreto y oportuno, como corresponde a los cristianos. Aunque no sea siempre de gracia, debe ser siempre con gracia. Aunque nuestro discurso sea de lo común, debe ser de manera cristiana. La gracia es la sal que sazona nuestro discurso y evita que se corrompa. No basta con responder a lo que se pregunta, si no respondemos también correctamente.

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