1-5 Notamos, para la gloria de Dios, que aunque Daniel ahora era muy viejo, podía hacer negocios y había seguido fiel a su religión. Es para la gloria de Dios, cuando aquellos que profesan religión, se conducen para que sus enemigos más vigilantes no encuentren ninguna ocasión para culparlos, salvo solo en los asuntos de su Dios, en los que caminan de acuerdo con sus conciencias.

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