13-21 Al atardecer, las codornices subieron, y el pueblo atrapó con facilidad todas las que necesitaban. El maná descendió con el rocío. Lo llamaron "Maná, Manhu", que significa "¿Qué es esto?" "Es una porción; es lo que nuestro Dios nos ha asignado, y lo tomaremos y estaremos agradecidos". Era una comida agradable; era una comida saludable. El maná llovió del cielo; apareció cuando desapareció el rocío, como una cosa redonda y pequeña, tan pequeña como el rocío, como semilla de cilantro, de color como perlas. El maná solo caía seis días a la semana y en doble cantidad el sexto día; se llenaba de gusanos y se volvía ofensivo si se guardaba más de un día, excepto el sábado. La gente nunca lo había visto antes. Podía molerse en un molino o machacarse en un mortero, y luego se hacía en tortas y se cocía. Continuó durante los cuarenta años que los israelitas estuvieron en el desierto, dondequiera que fueran, y cesó cuando llegaron a Canaán. Todo esto muestra cuán diferente era de cualquier cosa que se encontrara antes o que se encuentre ahora. Debían recoger el maná todas las mañanas. Por esto se nos enseña: 1. Ser prudentes y diligentes en proveer alimentos para nosotros y nuestros hogares; trabajando en silencio y comiendo nuestro propio pan, no el pan de la ociosidad o el engaño. La generosidad de Dios deja espacio para el deber del hombre; así fue incluso cuando llovía el maná; no debían comer hasta haberlo recogido. 2. Estar contentos con lo suficiente. Aquellos que tienen más, tienen para sí mismos solo comida y vestimenta; aquellos que tienen menos, generalmente tienen estas cosas; de modo que el que recoge mucho no tiene nada de más, y el que recoge poco no tiene carencia. No hay una desproporción tan grande entre uno y otro en el disfrute de las cosas de esta vida como en la mera posesión de ellas. 3. Depender de la Providencia: que duerman tranquilamente, aunque no tengan pan en sus tiendas ni en todo su campamento, confiando en que Dios, al día siguiente, les traerá su pan diario. Era más seguro y más seguro en el almacén de Dios que en el suyo propio, y de allí vendría más dulce y fresco. Vemos aquí la locura de acaparar. El maná almacenado por algunos, que se consideraban más sabios y mejores administradores que sus vecinos, y que proveerían para que no faltara al día siguiente, criaba gusanos y se volvía inútil. Lo que se guarda con avaricia y desconfianza se desperdiciará más. Esas riquezas se corrompen, Santiago 5:2; Santiago 5:3. La misma sabiduría, poder y bondad que traían comida diariamente desde arriba para los israelitas en el desierto, saca comida anualmente de la tierra en el constante curso de la naturaleza y nos da todas las cosas para disfrutar abundantemente.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad