12-21 El apóstol continúa relatando cómo fue confirmado en el cambio que había hecho. Habiendo elegido el Señor al pecador, para que conozca su voluntad, es humillado, iluminado y llevado al conocimiento de Cristo y de su bendito evangelio. Cristo es llamado aquí ese Justo; porque es Jesucristo el justo. Aquellos que Dios ha elegido para conocer su voluntad, deben mirar a Jesús, porque por él Dios nos ha dado a conocer su buena voluntad. El gran privilegio evangélico, sellado para nosotros por el bautismo, es el perdón de los pecados. Bautizate, y lava tus pecados; es decir, recibe el consuelo del perdón de tus pecados en y por medio de Jesucristo, y apóyate en su justicia para ese fin; y recibe el poder contra el pecado, para mortificar tus corrupciones. Bautizaos, y no descanséis en la señal, sino aseguraos de lo que significa, la eliminación de la suciedad del pecado. El gran deber evangélico, al que estamos obligados por nuestro bautismo, es buscar el perdón de nuestros pecados en nombre de Cristo, y en dependencia de él y de su justicia. Dios designa a sus obreros su día y su lugar, y es conveniente que sigan su designación, aunque se oponga a su propia voluntad. La Providencia concibe mejor para nosotros que nosotros mismos; debemos remitirnos a la guía de Dios. Si Cristo envía a alguien, su Espíritu le acompañará y le hará ver el fruto de sus trabajos. Pero nada puede reconciliar el corazón del hombre con el Evangelio, sino la gracia especial de Dios.

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