54-60 Nada es tan reconfortante para los santos moribundos, ni tan alentador para los santos que sufren, como ver a Jesús a la derecha de Dios: bendito sea Dios, por la fe podemos verlo allí. Esteban elevó dos breves oraciones en sus últimos momentos. Nuestro Señor Jesús es Dios, a quien hemos de buscar, y en quien hemos de confiar y confortarnos, viviendo y muriendo. Y si éste ha sido nuestro cuidado mientras vivimos, será nuestro consuelo cuando muramos. He aquí una oración por sus perseguidores. Aunque el pecado era muy grande, si se arrepintieran de corazón, Dios no se lo cobraría. Esteban murió tan apresuradamente como cualquier otro hombre, y sin embargo, cuando murió, las palabras usadas son: se durmió; se aplicó a su trabajo de muerte con tanta compostura como si se hubiera ido a dormir. Se despertará de nuevo en la mañana de la resurrección, para ser recibido en la presencia del Señor, donde hay plenitud de alegría, y para compartir los placeres que están a su derecha, para siempre.

 

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad