16-22 El Espíritu Santo califica para el servicio; y aquellos que hablan con valentía, a quienes Dios y su Espíritu envían. Esto debe ser aplicado a Cristo. Fue enviado y tenía el Espíritu sin medida. A quien Dios redime, él enseña; enseña a sacar provecho de la aflicción y luego los hace partícipes de su santidad. Además, por su gracia los guía en el camino del deber; y por su providencia lidera el camino de la liberación. Dios no los afligió voluntariamente. Si sus pecados no los hubieran rechazado, su paz debería haber sido siempre fluida y abundante. Los placeres espirituales siempre se unen con la santidad de la vida y el respeto a la voluntad de Dios. Hará que la miseria de los desobedientes sea más dolorosa, pensar cuán felices podrían haber sido. Y aquí está la seguridad dada de la salvación del cautiverio. A aquellos a quienes Dios diseña traer a casa para él, se encargará de que no quieran para su viaje. Esto es aplicable a la gracia depositada para nosotros en Jesucristo, de quien todo el bien fluye hacia nosotros, como el agua a Israel de la roca, porque esa Roca era Cristo. Aquí se señalan las bendiciones espirituales de la redención y el rescate de la iglesia de la tiranía anticristiana. Pero cualesquiera que sean los cambios, el Señor advirtió a los pecadores impenitentes que no les vendría nada bueno; esa angustia interna y problemas externos, que surgen de la culpa y de la ira divina, deben ser su porción para siempre.

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